Abril 9, 2016 - (Interludio II - El subterráneo)

La tomó de la mano para sentir su piel, había anhelado ese momento desde la última vez que hablaron. Lo hizo también para evitar tomarla de la cintura, para resistir el deseo de probar sus labios.

Durante todo el tiempo que estuvieron juntos se sintió bien, los síntomas de su enfermedad no tuvieron la oportunidad de aparecer. Ella era como su placebo.

La tomó de la mano para provocarla, para ver si ella sentía lo mismo o si le negaba esa caricia. Ella no lo hizo y eso alegró su día.

Por la tarde, cuando su tiempo se terminó, se despidieron como si acabaran de conocerse. Todo lo anterior parecía haber contado para nada. Sería el temor de aventurarse a algo distinto.

El desconcierto se apoderó de su mente ¿Cómo un día se deseaban y al siguiente se evitaban? Porque así era, él la deseaba, deseaba el roce de su piel, de sus cuerpos desnudos; deseaba estar entre sus piernas, sujetarla del cabello y la cintura, deseaba besar su cuello, sentirla, poseerla. Sin embargo, fue el miedo o la inseguridad lo que los separó, y por segunda vez fue derrotado. Lo único que esperaba es que la tercera no fuera la vencida pues aunque lo intentaría de nuevo, estaba seguro que volvería a perder.

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