Enero 1, 2016 (¿Te he dicho ya que te quiero como a nadie?)

Primera nota del año. No soy un entusiasta de las celebraciones de año nuevo, San Valentín, cumpleaños. Creo que no hay nada de trascendente en que la Tierra le de una vuelta más al Sol, y a veces lo usamos como pretexto para muchas cosas, sin embargo, es bueno por la felicidad y el sentimiento de unidad rebosante en las familias. El día de San Valentín es una fecha que se ha comercializado demasiado, se nos hace creer que hay un día en que el amor vale más y que hay que invertir para demostrar que podemos amar y ser amados. Los cumpleaños es más o menos lo mismo que el año nuevo; sin embargo, aquí hay excepciones. Por ejemplo, agradezco el día en que naciste, el bendito día en que fuiste concebida; porque a pesar de ser solo un día para varios millones de personas, es un día importante para ti, para mí, para los que quieres, para los que te quieren.

Quise decirte sobre la carta que te compartí de Sabines que es mi favorita porque me recuerda a ti, porque desde la primera vez que la leí supe que eras tú en quien pensaba al momento de leer si cada vez que pasas pudiera detenerte y platicar contigo, porque no hay nada hasta ahora que describa mejor lo que sentí cuando te vi además de mis propias palabras. En el momento en que escribo esto, a las 01:09 del 1º de enero de 2016, todavía tengo ganas de decirte que esa carta me recuerda a ti, que cuando preguntaste quién era mi inspiración no me atreví a decir que tú, porque no quise ser rechazado.

Eso que leíste en esa carta es preciso, certero, absoluto. Solo yo pude haberlo dicho mejor porque solo yo te miro así, bella, inteligente, intrigante. Tu personalidad me incita a adentrarme en este mundo tuyo, en aquel rincón al que nadie puede entrar si tú no lo permites. Voy a jurarte amor siempre.

¿Te he dicho ya que te quiero como a nadie? Los poetas dicen que las estrellas son bellas, al menos físicamente lo son, bolas de plasma iónico a miles de grados centígrados. Pero no puedo compararte con las estrellas, porque aunque bella, no quemas; porque aunque estás distante, estás al alcance; porque no hace falta que esté oscuro para verte, basta con leer algo, escribirte algo, cerrar los ojos, abrir los ojos, respirar aire fresco, asolearme, cobijarme por las noches, respirar, caminar por la facultad o leerte y ahí estás presente, a la distancia.

Te lo digo ahora: tú eres mi inspiración, tú eres quien me hizo volver a leer poesía, eres quien me hace escribir cosas como estas memorias. Tú me haces sonreír con cada palabra, con cada canción, con cada verso. Me haces sentir como quien no sabe nada, como quien olvida todo para llenar la mente con recuerdos solo tuyos y conservar tu esencia en mí a donde quiera que voy. Te he escrito ya que te quedes con quien te quiera, con quien seas libre; pero sé que quiero ser yo quien te cobije, quien te lleve serenata, quien te componga una canción, quien te regale libros, quien te prepare el desayuno, quien te ame como mereces, quien te recuerde cada día lo hermosa que eres. Quiero ser quien esté a tu lado en tus logros y fracasos, en tu fortaleza y debilidad, en la salud y en la enfermedad. Ese es el significado de la vida: el amor. Y quiero que sepas eso desde hoy y para siempre. Te quiero, lo hago desde el primer día que te vi.

Cada día, a cada hora, me enfrento a la tentación de escribirte: «Hola, Maribel», o cualquier otra cosa que me delate. Leyendo a Benedetti me sentí ligeramente identificado con Santomé cuando le dice a Avellaneda que está enamorado de ella. Yo podría decírtelo así, sin tapujos, pero tiene que ser de frente. Ya te he invitado a algún lugar y dices que hay que coordinar horarios, seguro es posible.

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