Mayo 31, 2016 (MARIBEL)

Llegaste un día cuando no te esperaba,
pasaste a mi lado varias veces y yo no te había notado.
Luego, un día, te hiciste presente frente a toda la gente
apenas pasadas las siete de la mañana.
Y estoy seguro que aunque no lo sabíamos, estaba escrito nuestro encuentro.

Quise decirte algo cuando te encontré de frente
pero parecía que huías de mí, de todos.
¿Quién iba a decir que eras tan afable?
Era la seriedad de tu semblante lo que me detuvo a decirte
que aún sin conocerte, ya te quería.

Tú habrías ganado el premio de belleza local –si lo hubiera–,
el premio, también, de reina de la primavera,
y por ti, se instituiría la festividad de reina del otoño y del invierno;
tienes el encanto que solo les es concedido a las divinidades.

Eres la más tentadora combinación de atributos femeninos,
eres la que todo hombre –sin saberlo– quisiera.
Y la dicha de en ocasiones saberte,
me tiene en un estado transitorio de necesidad de ti,
de darte mi voz, mis letras, mis suspiros sin pedirte nada a cambio.

En el paroxismo de mi corazón, siempre estás tú;
como una buena costumbre que llega de repente
cambias mi estado de ánimo y me haces sentir que soy feliz
mientras poco a poco despierto al conocerte lejana y tuya.

Esa forma tuya de sonreír
que hace a tus pómulos pronunciados reflejar luz y amanecer,
esa forma lacónica que tienes de hablar,
esos ojos expresivos, ocultos por los anteojos para que nadie los vea
y para que no se miren en ellos y descubran la verdad:
que en ti hay algo más que una mujer de bello parecer.

Cuando salías, quise ser yo y no tu sombra quien te acompañara a la puerta,
quise también hablarte sobre algo que pudiera hacerte hablar
y sentir el cambio en mi presión arterial al escucharte.
Te quise, y ya no es posible olvidarte.

Quise ser quien saliera contigo a pasear a los perros,
quise ser quien llevara el carrito de súper al hacer las compras,
quien te abrazara en el sofá
mientras mirábamos una película o jugábamos turista –o serpientes y escaleras–.
Quería también llevarte a bailar a un lugar de esos donde se acostumbra bailar,
y cuidar de tu bolso cuando fueras al tocador,
y sostenerte del brazo cuando te probases un par de zapatos,
y decirte sin mentir, lo que pienso sobre cómo te sienta ese vestido.

Me gustaría ser quien te levante por las mañanas
–o a quien tú despiertes, me gusta dormir hasta pasadas las ocho–.
Quisiera ser quien comparta una recámara contigo,
y decirte que te quiero,
y seducirte cada noche,
y besar la piel que te cubre
hasta que estés desnuda e inerme.
Y ser quien juegue contigo,
y que puedas cumplir tus deseos y fantasías conmigo,
y tomarte en mis brazos y respirar el aroma de tu pelo,
y llenarme de ti y tú de mí.

Inefable, así eres tú.
Date cuenta que todo lo que escribo,
lo que digo,
lo que canto,
lo que escucho,
es porque me quiero a tu lado.
Seré mi mejor versión esperando que funcione.
Tú eres una gran parte de mi inspiración.

No me despediré pues sé que te mueres por verme,
y a tu encuentro es a donde voy.
Espérame dormida,
porque ahí es donde construímos nuestro santuario de amor salvaje,
de conservación de la vida,
nuestra vida,
nuestra.

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