Agosto 2, 2016 (Débiles y fuertes)

Muchas veces siento que me has abandonado, cuando he sufrido, cuando los malvados se han enseñoreado de mí o de los míos, cuando no recibo la sabiduría prometida, cuando no estás conmigo en mi debilidad.

Seré sincero, y es que la maldad de mi alma avasalla mi espíritu y cedo a mis deseos, contrarios a lo que más te gusta de mí.

¿Qué hay de malo en querer morir? Hoy me he angustiado bastante, lo suficiente como para querer abandonar mis proyectos. Pero lo absurdo es que yo mismo he provocado esa ansiedad, no fue como antes cuando tú la pusiste en mí.

¿Cuándo harás el bien que merece quien te ama de verdad? ¿Cuánto tiempo más esperarán en su dolor?

Yo he descubierto que no puedo conmigo, y muchas veces he preferido mi muerte a esta vida mediocre y aciaga.

Sin embargo sigo esperando a que me quieras como siempre a pesar de mis continuas fallas y las decepciones que te causo. Me has dicho que me amas pero no creo merecer ese amor, quizá deberías minarlo en alguien más.

Mi pecado no es tener fe sino ser emocionalmente inestable, porque aquellos de carácter fuerte pueden domar sus emociones y de un día al otro hacer un cambio radical, y otros las pueden cambiar tras un proceso largo y tortuoso tras un proceso largo y tortuoso pues sus emociones, cerriles, les vencen constantemente.

Ellos, entonces, son juzgados débiles e incrédulos por un carácter natural. Por eso solo a los violentos les es concedido lo mejor mientras que en el paraíso no hay lugar para los débiles, para los Judas que aunque fallaron y se arrepintieron como Pedro, no se les concedió el perdón y galardón de la victoria. Porque los débiles fueron hechos así como ejemplo para los fuertes, para los decididos, para los de inteligencia emocional autosuficiente.

Sin los débiles seguro habría un mundo más estable, aunque menos cálido. Sería un mundo mejor pero muy desazonado.

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