Agosto 24, 2016 (Uno se acostumbra a la soledad)

Te vuelves real, llegas, te sientas y te apoderas de una parte de mí sin aparente oposición para luego desaparecer del mismo modo en que llegaste, repentinamente y sin mirar atrás.

Apostaría a que no es la primera vez que te pasa. Te ha sido concedida una belleza inusual —por gracia divina o por herencia, igualmente bendita— que se apodera de cualquier corazón cerril. No te culpo, por el contrario, tal belleza merece un agradecimiento.

Primero está tu sonrisa, y tú ya sabes cómo es. Te lo he dicho tantas veces —algunas directamente, otras en sueños— que siento que puede ser molesto repetirlo.

Luego está tu cabello, largo y rizado, como si un mar castaño se partiera en pequeños torrentes que recorren tu cabeza y terminan a media espalda. Es como un mar finito que no moja. Tengo una preferencia por el cabello lacio y oscuro, pero hay excepciones que valen suficiente como para borrar cualquier estereotipo.

Tus cejas, ni gruesas ni delgadas, acompañan perfectamente a tus ojos. Nunca he sido bueno apreciando la belleza de los ojos, y quizá por eso me ha ido mal con las personas, porque no soy capaz de ver su interior tras estas ventanas cristalinas.

No quiero decirlo con sutileza: me gustas. Me gustas lo suficiente como para aprender a bailar, como para dejar mi soledad y comenzar a disfrutar las cosas para dos, los helados para dos, las películas para dos, los viajes para dos.

No creas que eres dueña de mis pensamientos, todavía tengo momentos en que no me acuerdo de ti. Pero aquellos en que te recuerdo son, aunque simples, los más importantes. Como cuando desayuno por las mañanas, o cuando salgo a hacer las compras al mercado; como cuando llueve y me sirvo una taza de té, o cuando voy camino al instituto; como cuando me acuesto a dormir y no estás junto a mí.

Uno se acostumbra a la soledad, a aquello que no le pertenece, a disfrutar esas ilusiones el mayor tiempo posible porque sabe que ya pasarán, y que la vida continúa, aunque por momentos menos excitante. Esto quizá solo signifique dos páginas en mi libreta y unas más en el corazón.

Cuídate mucho, quiérete siempre, y no dejes de sonreír, no prives a los desdichados del estío y candor de tu sonrisa.

Comentarios

Entradas populares