Abril 14, 2015 (La primera aparición de Maribel)

Apareciste un día como de la nada. Jamás te había visto y de pronto te encuentro ante mí, y te miro y pienso que no puede ser que siempre estuviste ahí y no había visto esa sonrisa antes.

Pasó quizá un mes o dos antes de descubrirte. De verdad me pregunto cómo es que durante ese tiempo no tuve la capacidad para apreciarte así como eres, con tu cabello largo y lacio, oscuro; tus zapatos bajos, ojos grandes, anteojos, bolsa, pantalón. ¿Por qué te escondías de mí?

Y ahora me tienes ante ti, aquí, escribiéndote cosas que no sé si algún día leerás. Y es que no tengo el valor para decirte que soy lo que necesitas, que me quieres aunque no te des cuenta, que somos el uno para el otro.

Poso mi mirada en tu perfil, aprecio lo largo de tu cabello y su brillo con la luz mañanera de las lámparas del salón, blanca luz que se refleja igual que siempre pero que me parece más brillante cuando eres tú quien la refleja.

Y pasas y ya. Y no estás aunque te encuentres sentada a escasos metros de mí. O quizá soy yo quien no está ¡quién sabe!

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